Por qué saber programar brinda un sinfín de oportunidades de progreso


Por Mariano Wechsler, Director académico de Digital House y co-fundador de DigBang.


Aunque para muchos es una actividad sumamente compleja, programar   significa simplemente darle instrucciones a una computadora sobre cómo proceder; qué hacer frente a determinadas condiciones; qué mensajes emitir y cuántas veces -o hasta cuando- queremos que haga una operación. Para poder hacerlo, la industria del software evolucionó desde lenguajes rudimentarios y  vinculados a la propia electrónica de la computadora hasta convertirse en  lenguajes muy cercanos a los idiomas con los que nos comunicamos entre personas. Esta transformación permitió ampliar muchísimo la cantidad de gente que pudo acercarse a este oficio.

Dependemos de la programación 

El mundo de la programación es tan extraño para la mayoría de la población, que hasta se adoptaron términos para definir a aquellas personas que programan: nerd, geek, hacker. Si bien hay algún uso peyorativo de esos sustantivos, muchas veces son utilizados como sinónimo de “programador”.

Sin embargo, todos estamos prácticamente de forma continua en contacto con soluciones creadas por  programadores. Pensemos: ¿Cuánto tiempo perdíamos hace unos años en ir al banco a pagar cuentas mensuales? ¿Cuánto tiempo y dinero nos llevaba poder mantener una conversación con una persona que se encontraba en otra ciudad o país? ¿Cuánto tardábamos en encontrar información sobre cualquier tema? ¿Cómo se llevaba adelante la gestión de una empresa?...

Todos estos adelantos que nos simplificaron la vida y hasta nos permiten hoy hacer cosas inimaginables hasta hace solo unos años, tienen por detrás al trabajo de los programadores: personas que le dieron esas instrucciones a las computadoras. 

Hay pocas profesiones en las que se pueda crear tanto valor con el solo uso de nuestras cabezas. Lo invito a pensar qué actividad tiene el potencial para crear productos o servicios capaces de tener un impacto y ser utilizados por millones de personas sin consumir más que un poco de electricidad, un poco de café y nuestras neuronas. Tómese unos minutos intentando encontrarlas…

Crear software no requiere más que eso: nuestras mentes. No utilizamos recursos naturales ni materias primas. Además, en los últimos años, y apalancados sobre Internet, escribir código permite crear servicios y productos que pueden ser utilizados por millones de personas en todo el planeta. Los ejemplos no le son lejanos. De hecho, Google, Facebook, Twitter y hasta el mismísimo e-mail son creaciones de programadores. Habiendo experimentado la sensación, da una felicidad absoluta ver a personas utilizar lo que uno crea.

Muchos de quienes aprendimos a programar cuando éramos niños estamos convencidos de que al estilo de la película “Volver al futuro”, en ese momento cambiamos la foto de nuestro propio destino. En un contexto económico complejo, en el cual muchas industrias están transformándose, esta profesión tiene ofertas de trabajo disponibles continuamente y que no pueden ser cubiertas por falta de personas formadas. Además, uno puede trabajar en relación de dependencia, ser profesional independiente, emprendedor o crear una empresa que a su vez emplee a miles de personas. Vale decir que el oficio de coder es sumamente versátil. Por ejemplo, están los que trabajan desde sus casas para compañías radicadas tanto en sus países como en el exterior. En síntesis: saber programar brinda un sinfín de oportunidades de progreso, de libertad y de calidad de vida.

Por si esto fuera poco, es una profesión muy abierta y colaborativa. Con la llegada de Internet y la posibilidad de comunicación global, miles de programadores interactúan bajo un concepto denominado “open source” en el que colaboran en forma masiva con desarrollos que brindan soluciones a infinidad de problemáticas: sistemas operativos, lenguajes de programación, servicios online y hasta utilitarios dentro de su computadora han sido creados de manera global y evolutiva con aportes de cientos de personas de muchísimos  países.

Se aprende transpirando

Aunque visto desde afuera programar parece difícil,  en realidad no requiere de otra cosa más que de entrenamiento. Se aprende a programar primero con ayuda, clases y apoyo. Luego viene un proceso de práctica y dedicación, como cualquier otra actividad que requiere experiencia, como tenis o golf.

Por eso, para ser programadores comenzaremos incorporando técnicas y conoceremos términos y definiciones que nos eran extraños. Con el tiempo y con el entrenamiento esas técnicas pasarán a ser parte del activo de nuestras cabezas para luego, con mucho entrenamiento, empezar a ver los resultados. Es tan simple como eso: pensar, practicar, resolver desafíos cada vez más complejos, fallar y volver a intentarlo.

El camino no se recorre sin esfuerzo. Lleva tiempo, pero el resultado tiene un valor incalculable de libertad, de potencial y de creación de valor. Sin dudas, programar le cambia la vida a quienes se dedican a esto. 

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